La llamada Internet de las Cosas (IoT) se está convirtiendo, poco a poco, en una realidad. El auge de plataformas, sistemas operativos y periféricos destinados a IoT, tienen un claro reflejo en el espectacular incremento del número de búsquedas en Google Trends del término IoT.
A pesar de este crecimiento, autores como Jeremy Rifkin en su obra “La sociedad de coste marginal cero”, dibujan un escenario de desarrollo exponencial de las diferentes vertientes de Internet: las cosas, la energía y la logística. Para Rifkin, estamos en el inicio de una serie de profundas transformaciones en las formas de producción, que tendrán un claro reflejo en la economía y en las empresas. Los modelos de integración horizontal se abren paso y cada vez resulta menos necesario disponer de grandes estructuras de producción para lograr resultados competitivos; según Rifkin, caminamos hacia una producción a demanda de necesidad, de la manufacturación a la infofacturación. El escenario planteado por el desarrollo de IoT está unido al abaratamiento del coste de las comunicaciones y de la electrónica, la apertura a nuevos estándares de desarrollo, el crecimiento de formas de relaciones basadas en la colaboración y el auge de la cultura Maker. De manera paralela, asistimos a grandes avances en materia de comunicaciones, cloud computing, fabricación aditiva (impresión 3D), sistemas ciberfísicos (sensores), bigdata (análisis de datos), etcétera. Por lo tanto, hablar de IoT implica hablar de la Cuarta Revolución Industrial -Industria 4.0-, de modelo de ciudad -Smart City- y ciudadanía -Smart Citizen-.
¿ Y qué sucede con las personas y los modelos de organización ?
Parafraseando a Julen Iturbe,” tal vez la interface empresa ya no sea la única forma de afrontar los retos planteados”. De la misma forma que la integración vertical de los sistemas de producción comienza a estar acompañada de formas de producción distribuidas o P2P, también en los proyectos IoT nos acercamos a formas de organización distribuidas como, por ejemplo, las microfactorias de Local Motors del que también habla Julen Iturbe.
Y es que la necesidad hace virtud. La complejidad de los proyectos, así como los cambios permanentes de escenario, hacen que algunas fórmulas de organización horizontal sean más eficaces para la consecución del objetivo. Las tareas se concentran en equipos pequeños, cada entrega del producto (Iteración) debe ser totalmente operativa y los ciclos de rediseño funcional del proyecto son cortos. Lejos quedan las metodologías de gestión de proyectos en cascada o waterfall donde el inicio del desarrollo se produce únicamente cuando todos y cada unos de los aspectos funcionales han sido despejados y aprobados por la jerarquía correspondiente.
El conjunto de metodologías agrupadas bajo el manifiesto Desarrollo Ágil de Software (interacciones entre personas, software funcione lo antes posible, colaboración y respuesta al cambio) es un buen punto de partida para acometer proyectos de IoT. En este sentido, si la interacción entre personas es muy importante, la capacitación de estas personas en comunicación digital facilitará enormemente tanto el flujo de conversaciones y la toma de decisiones -comunicación interna-, como la comunicación exterior del proyecto. En este sentido, un ramillete de metodologías, técnicas, herramientas y estrategias como SCRUM, desarrollo en pareja, reuniones de pié, una pared con postits, Trello, Slack, escucha y asertividad serán de buena ayuda.
Las instituciones públicas ya están dando pasos en apoyo a empresas que desarrollen Internet de las Cosas e Industria 4.0. Muestra de ello es la línea de ayuda habilitada por la Diputación Foral de Bizkaia para el desarrollo de la Internet de las Cosas y las medidas de transferencia de tecnología en las que está trabajando la SPRI.
Retomando el inicio de este post, ¿el aumento en la tendencia de búsquedas de la palabra IoT en Google Trends se mantendrá en los próximos meses? ¿Estamos ante otra burbuja tecnológica o al inicio de una transformación radical?
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